El futuro que nunca fue

Los pueblos originarios nos comunicamos con la materialidad porque comprendemos su esfuerzo y significado. Al migrar, todo lo que conocía se convirtió en concreto. Recuerdo cuando mi madre, Tránsito, decía: «Si hoy se acaba el mundo, ya tenemos todo». Antes había quintales de maíz y frijol, pero ¿qué ofrece la ciudad para sobrevivir?

Vamos a tronar en el cielo como bombas festivas, esas que la ciudad cambió por ruidos de balas. Seremos agua florida, ruda y candela para prender fuego y no volver jamás. Hay personas de barro que se deshacen con el agua, de madera que olvidan su origen y perecen, y quienes somos de maíz, buscando los nombres de los ausentes para acompañarlos.

Las personas que defienden los territorios son perseguidas. En este año, más de 1000 presos políticos mientras industrias y mineras continúan avanzando. La represión occidental está en nuestra comida y en lo cotidiano.

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